Amar es aceptar al otro cómo es y es que no estamos llamados a cambiar a los demás. Amar es aceptar significa que estamos llamados a amarlos y eso significa celebrar las diferencias y respetarlas, pues amar es respetar también.
Hace unos días recibí esta imagen donde un dinosaurio le reclama al otro de brazos muy cortos que “nunca le abraza”.
Esta imagen me hizo pensar cuántas veces vamos por la vida quejándonos por lo que los otros no nos dan. Y peor aún, buscando que nos den lo que simplemente no están en capacidad de darnos.
Y es que, en verdad, parece que esperamos que las personas nos amen como nosotros queremos, sin tomar en cuenta la forma en que ellos saben, pueden y quieren amarnos. Exigimos ciertas cosas, presionamos, somos sarcásticos, manipulamos, nos enojamos, sufrimos, lloramos, nos quejamos, nos sentimos desdichados porque el otro no me ama como quiero, no hace, piensa, dice y siente como yo quiero. Y nos podemos pasar la vida en una constante batalla, infructuosa y loca, para que lo haga.
Amar es aceptar al otro cómo es
El amor es un regalo que recibo, no que exijo. El amor es un regalo que entrego según mis limitaciones, pero con el mejor deseo de compartir lo que tengo para ofrecer.
El día que aprendemos a aceptar a la gente que nos rodea con su historia, su capacidad de dar lo que sabe y puede buenamente dar, con sus heridas, con sus limitaciones, con sus propias maneras de pensar, con sus propias emociones.
Y aceptándolos así, aprendemos a amarlos y a agradecer lo que nos dan, entonces somos realmente libres, porque amar es aceptar.
¿Te cuesta aceptar a los demás COMO SON?
Cuando aceptar al otro nos cuesta, es porque no hemos sido aceptados. No aprendimos un patrón sano de relacionarnos con el otro desde nuestra individualidad hacia la suya.
Muchas veces, de niños, nos rechazaron por ser quienes éramos. Querían que fuésemos más tranquilos, más obedientes, más ordenados, mas estudiosos, menos ruidosos, menos llamativos, más conversadores, mejor más callados, más como aquel primito, menos como tu padre/madre, más como Sutano, menos como Fulano… Querían que fuésemos todo, menos nosotros mismos. Y eso nos generó un vacío. Un vacío de aceptación, de comprensión hacia nosotros mismos y nuestra singular y única forma de ser. No aprendimos a aceptarnos, mucho menos a aceptar a los demás, no aprendimos que aceptar es amar.
Pero, te cuento algo, eso es parte de tu pasado. Eso NO lo puedes cambiar. Esa es tu historia y está allí para perdonarla, integrarla y agradecerla. Pero tu pasado no te define, a menos que tú así lo permitas. Ya eres adulto, ya eres responsable de ti mismo y de lo que entregas a los demás. Ya a nadie más puedes culpar por tu forma de pensar. Hoy TU ERES EL ÚNICO RESPONSABLE DE TI MISMO.
Aceptarte, amar y aceptar
Tu puedes elegir HOY cómo vivir. Hoy puedes aprender a aceptarte y aceptar al otro. A encargarte de ti y a respetar al otro. A amar de verdad a la persona que tienes al lado, y no a la idealizada que quisieras que fuera. Amar es aceptar al otro como es.
Hay que entender que el otro no está allí para complacer tus ilusiones de aquello que querías, el otro está allí para ser él mismo y para crecer. Que mientras más rápido comprendas que tu misión no es exigir y presionar, sino aceptar y apoyar, más rápido serás feliz, libre y verdaderamente podrás amar.
Elige HOY, no es el cambio de los demás el que te alcanza a la paz. No fuiste llamado a cambiar a los demás, fuiste llamado a AMARLOS. El único que puede cambiar a otro es Dios, y lo mejor que tú puedes hacer para ayudar a que eso suceda es dejar de interferir en la forma en que Él trabaja y aprender a amar a las personas que te rodean.
Agradece HOY lo que los demás te dan desde su capacidad, abraza hoy eso que recibes desde la gratitud porque Dios te ha regalado un día más de vida y te permite dar y recibir afecto. Valora hoy pues ni tú, ni nadie, tiene el mañana asegurado.
Venezolana viviendo en Ecuador, hija de Dios, mujer de fe, madre y esposa. Ingeniera De profesión y misionera de corazón. Trabajando día a día en mi crecimiento espiritual y buscando la coherencia, tomando como guía la frase de San Pablo: «Cambia tu manera de pensar y cambiará tu manera de vivir». (Romanos 12,2)
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