Las relaciones con los demás miden mi crecimiento espiritual

A veces creemos que hemos tenido grandes avances espirituales, sentimos mucha paz interior y vemos todo positivamente. Casi sentimos que flotamos en santidad y que hemos alcanzado un lugar espiritual muy elevado. La verdadera forma de medir si este avance espiritual es real son las relaciones con los demás.

Quizás nos sentimos muy avanzados, pero resulta que en el momento menos esperado «interactuamos» con alguien que «interrumpe» nuestra tan preciada paz y terminan saliendo esas reacciones automáticas que todos nosotros tenemos: explotamos, somos sarcásticos, criticamos, nos quejamos o bien terminamos siendo indiferentes.

Resulta que en ese momento todo ese avance interior (crecimiento espiritual) que creíamos tener parece desvanecerse y terminamos culpando a la otra persona o pensando que es «tóxico» y lo mejor es alejarnos. Pero la verdad es que, alejarnos de manera permanente no soluciona nada.

¿Cómo mido mi crecimiento espiritual?

La verdadera solución es tomar el espejo que esa persona nos está poniendo para ver con humildad las verdaderas carencias que tenemos y aquellas cosas que tenemos que mejorar en nuestro comportamiento.

Es muy fácil conservar la «paz» interior en soledad. Difícil es tenerla cuando los otros me confrontan y me corresponde relacionarme desde el amor, el respeto, la humildad y la empatía.

Benditas las personas «difíciles» que nos acompañan en la vida, esas que no nos dan el gusto siempre, que nos contradicen, que nos critican, que nos «tocan las teclas» de nuestras molestias.

Son estas maravillosas «personas difíciles» las que nos hacen crecer. Pues se aprende más de quienes te confrontan que de aquellos que siempre te alaban.

Nos dice la misma Palabra de Dios que «somos mentirosos si decimos que amamos a Dios a quien no vemos, si no amamos al prójimo al que si vemos».

Gracias por esas personas que nos ayudan a crecer en el verdadero amor, a mirarnos dentro y a ver la viga en nuestro propio ojo.

No perdamos el tiempo viendo la paja pequeñita que hay en el ojo del otro. Hay mucho trabajo que hacer en nuestro propio interior.